Un tribunal holandés ha dictaminado que la compañía Royal Dutch Shell debe reducir drásticamente sus emisiones, hasta un 45% con respecto a los niveles de 2019. Esta sentencia es la primera en la historia en la que un tribunal obliga a una compañía a reducir sus emisiones acorde a los objetivos climáticos mundiales, dictaminando que tiene una responsabilidad, como uno de los principales contaminadores a nivel global, con los derechos humanos presentes y futuros, que se verían vulnerados si no se cumplen los objetivos marcados por el acuerdo de Paris.
Es la primera vez que se hace responsable a una multinacional por su contribución a la crisis climática, y sienta un precedente para los tribunales de todo el mundo.
No solo eso. Unas semanas antes, la Agencia Internacional de la Energia (IAE) provoco otro terremoto mundial sin precedentes al pedir a las empresas petrolíferas que dejen de explorar nuevos yacimientos de petróleo y gas, para evitar una catástrofe climática, aduciendo que “no necesitamos buscar ni un gramo más de petróleo, carbón o gas natural. Con el que ya tenemos es más que suficiente, el mundo está preparado para una transición rápida hacia las renovables”.
La noticia es especialmente sorprendente porque la IAE, la referencia global oficial a nivel global en materia energética, se ha caracterizado siempre por estar muy alineada con la agenda de los combustibles fósiles y por minimizar sistemáticamente el potencial de las renovables. Que la IAE publique esto es una sentencia de muerte para la industria responsable de casi tres cuartas partes de las emisiones de gases de efecto invernadero.